martes, 8 de octubre de 2013

¡Súbale, súbalae! Al caos directo, si tiene prisa no llega, y si no, aquí una siesta se echa.

Es impresionante como hablan los políticos sobre el sistema de transporte público, de verdad se nota que no lo usan; que si el metro de la Ciudad de México es de los más baratos del mundo, que si deberían subir el precio al pasaje, que si van a invertir, que si van a hacer no sé cuantas rutas más de Metrobús.

Quienes dicen todas estas cosas no se ponen a pensar en que sí, en efecto, el metro es de los más baratos del mundo, pero éste opera en uno de los paises con salarios más bajos de los de la lista de la OCDE, donde el poder adquisitivo está por los suelos porque la gente, literal, se gasta su mísero salario en mal comer y en mal vivir. Recuerden: el salario mínimo en la Ciudad de México anda cercano a los 70 pesos, y que los 6 que cuesta un viaje de ida y regreso en metro representa casi un 10% de dicha cantidad. ¡Es mucho!

Puede que esté bien el argumento de que no todos los pasajeros necesitan subsidio, pero desde mi punto de vista, la mayoría de los mexicanos que no requieren de este apoyo ni siquiera lo utilizan y prefieren utilizar su automóvil y amontonarse en el periférico o en circuito interior, pero eso sí, con unos cuantos metros cuadrados de espacio vital para respirar, lo que en el transporte público no existe.  

Por otra parte, no se han dado cuenta,  de que a pesar de todo lo que se supone que invierten para mejorarlo, el transporte público sigue siendo deplorable e insuficiente: ¿acaso no se han intentado subir a la estación Aditorio de la línea 7 del metro en la hora pico de un día cualquiera de jornada laboral? Sí se suben es ganancia, aunque a quienes les vaya bien y tengan la capacidad suficiente para embestir se tardarán mínimo veinte minutos en entrar al vagón, eso sí y sólo si los de atrás los ayudan empujándolos para que logren entrar embutidos en el tren.

Otro caso es la línea 1 de Metrobús los fines de semana: tarda un montón en pasar, y cuando llega está a reventar; tampoco te puedes subir y si lo haces vas todo retorcido con una mano en los tubos para no caerte y con otra cuidando que no te saquen la cartera.

Si esto sucede en los sistemas de transporte "organizado", no puede esperarse mucho de las rutas de microbuses y peceros, ahí si se vive lo bueno bueno, porque ahí muchas veces ni siquiera se cumple con los estándares mínimos de seguridad. Una vez se me ocurrió treparme a un camión de los de la ruta que va de La Joya al Caminero por medio de la autopista a Cuernavaca y de verdad siento que arriesgué la vida: el camión iba retacado, hasta su madre, y yo ahí flaca y ñanga subida en el estribo agarrada de un tubo, cuando le aceleraba el camión sentía como que volaba y que en algún momento sí podía salir volando; y para acabarla de arruinar, el fino conductor venía echando carreras con otro pecero igual de atiborrado.

Desde esa vez no he vuelto utilizar esa ruta, lo barato luego sale caro y prefiero pagar un taxi de 30 varos que correr el riesgo de volar, pero hay mucha gente que no tiene esa opción y debe soportar esa experiencia en la que te sientes como en un juego de Six Flags pero amontonado.

La cuestión del tranporte es todo un tema y la situación ha venido empeorando desede hace unas acá, todo se volvió más complitaado desde que el valor de la tierra en las zonas céntricas de la Ciudad de México subió tanto de precio que los chilangos han tenido que empezar a salirse a vivir a los alrededores (Neza, Ecatepec, Satélite, Tultitlán, Relejostán y Hastalaching...tán) para poder costear sus gastos de vivienda, aunque el precio sea pasar hasta cuatro horas diarias embutido en el transporte.

Obviamente, esto ha derivado en problemas más feos que ya parecen no tener mucho que ver con el metro, el tráfico y esos despapayes, sino con las colas de los hospitales del IMSS y los altos ingresos del dueño de Farmacias Similares. Pasar cuatro horas sentado o mal parado, estresado, de malas, con prisa y a temperaturas infernales obviamente genera problemas de salud, como gatritis, migraña, dermatitis, y demás; 7 de cada 10 enfermedades que padecemos están asociadas al estrés, incluso la obesidad que trae en alarma a todo el país: ¿cómo quieren que la gente no esté gorda si por vivir en ajetreo del tranporte no tiene tiempo de desayunar como Dios manda y debe conformarse con una hipercalórica torta de tamal que requiere de un atole bien cargado de azúcar para potencializar sus efectos engordantes?

Así es México, el país número uno en obesidad, un lugar donde la única alternativa para soportar la  la desesperación de tener un transporte público tan malo es aprender a reirte para proteger el estómago y desarrollar tolerancia a la frustración. Obviamente nuestros más altos políticos ni idea tienen porque para eso tienen helicópteros.







Foto: SDP Noticias.




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