martes, 20 de mayo de 2014

El nacionalismo mágico y la fiebre futbolera

Cuando gana México la patria se viste de verde. Se respira un olor extraño, una mezcla de doce de diciembre con dieciséis de septiembre, el mito de Hidalgo se mezcla con el fervor de Guadalupe, juntos engendran un nacionalismo mágico que se concentra en las faldas de "El Ángel" y se extiende por cada rincón de este país que sonríe al Tri. 

¿Se habrá imaginado el arquitecto Rivas Mercado que su "Ángel" se convertiría en un icono de la victoria que nada tiene que ver con el objeto de su inspiración: la independencia? Por supuesto que no,  pero así fue, después de la Basílica y el balcón del Palacio Nacional, nada congrega a más mexicanos para celebrar el mantenimiento de sus propias ilusiones. I-LU-SIO-NES, he dicho.

A veces me pregunto qué sucedería si México ganara más seguido. ¿Habría infraestructura suficiente para soportar tanta felicidad? No me imagino qué pasaría si, por ejemplo, ganara un Mundial. Creo que en ese caso deberíamos ponernos a pensar en cómo administrar tanta alegría, sería un verdadero caos.

 Cada cuatro años es lo mismo, si el nacionalismo mágico está presente siempre, en temporada de Mundial se intensifica. Se trata de un sentimiento nacionalista que se basa en ilusiones y cree en la magia, piensa que México merece obtener más de lo que tiene por una causa sobrenatural y no por efecto del esfuerzo a largo plazo. A ver si ahora sí ganamos, ya metimos gol, yo sé que ahora sì vamos a ganar; puras frases hijas del nacionalismo mágico.

El nacionalismo mágico por un lado me fascina y por otro me fastidia, por no decir que me encabrona. Me fascina porque en verdad es mágico, basta ver la fiesta que hay en cada hogar cuando México: las papitas, las cervezas, todos reunidos frente al televisor sepan o no de fútbol. Es una fuerza que une familias, mueve corazones, y también empuja la economía. Es una sensación hermosa; si a 60 de cada 100 mexicanos les gusta el fútbol (no sé el número exacto), 99 festejan que ganó México, si es que lo hizo, y se sienten parte de un equipo.

Lo que me fastidia de este nacionalismo mágico es su origen: es una florecita que surge de un árbol chueco llamado malinchismo. Es una expresión pintoresca de un complejo de inferioridad: el mexicano piensa que no puede porque se cree ciegamente inferior a otras culturas. Por eso sueña con ganar, se siete incapaz y deja todo en manos de otras fuerzas inexplicables. Es por ello que cuando el Tri gana todo México aradece a Dios y a lo desconocido, agradece como si fuese un milagro inmerecido, se viste completo de verde bandera y se inclina ante el mito sin saberlo: Cuauhtémoc vence a Cortés, se alegra por ello, pero piensa que nada es cierto y mañana volverá a perder, a menos de que la magia haga lo suyo.