miércoles, 30 de octubre de 2013

Secretos del teclado

De la punta de mis dedos
escuchaste mis verdades,
leiste mis sentimientos
y supiste mis secretos.

De mí tú lo sabes todo
piano blanco de ojos negros.
Eres a quien jamás miento
pues las manos me delatan.

Sabes tú cuando en ti tiemblan
por amor o por tristeza,
Sabes cuando a alguien esperan,
cuando anhelan otra mano.

Me conoces como nadie,
sabes para quién escribo,
para quién son las canciones,
los acordes, los poemas.

Sabes tú para quien toco
la "Para Elisa" de diario,
la "Barcarola" de ayer.
y la sonata de ahora.

Todas ellas tienen dueño:
aunque toco con los dedos
todo viene desde el fondo,
surge desde muy adentro.

Muchas cosas te agradezco,
piano celoso y llorón,
tu virtuosa compañía
en madrugadas insomnes.

Tu consuelo en tardes tristes,
en mañanas solitarias.
Los poemas salvajes 
que saltaron entre notas.

Sólo tú sabes quien soy:
la mujer que se enamora,
que sólo frente a ti llora
y a él piezas de amor toca.

Sólo tú sabes quien eres:
el cabello que acaricio,
la cintura que imagino,
ese cuerpo que deseo.










jueves, 24 de octubre de 2013

Sobreviviendo al Big Brother 3.0

Hace algunos años se pusieron de moda unos programas de tipo reality show donde seleccionaban a personas de diferentes perfiles, los metían a vivir en una casa llena de cámaras y el reto era soportar el mayor tiempo posible en ese lugar; mientras las personas podían ver en la televisión lo que hacían esos sujetos dentro de ese hogar y votar (vía telefónica y con un precio de veinte pesos) por quien era el más apto para ganar.  Obvio todos saben de qué estoy hablando: del famoso Big Brother.

Sé que algunos me harán burla de por haber visto Big Brother. Pero ¿quién no lo veía? Mi mamá me decía que ella lo veía "para entender de qué le hablaban sus alumnos y pacientes", otro amigo que se las daba de intelectual argumentaba que para "burlarse". Cada quien tenía su razón, pero la verdad es que a todos nos encantaba estar ahí al pendiente de quién sacaban cada semana y de quién andaba con quién. Cuando salió este programa yo era una morrita de doce años a la que le despertaba cierto morbo seguido de una especie de culpa pues a mi juicio era "algo incorrecto".

A algunos años de que Big Brother pasara de moda, si le pregunto a un individuo "x" acerca de sí aceptaría meterse a un experimento de este tipo me diría que no por muchos argumentos: estaría encerrado, violarían mi privacidad, todo mundo se enteraría de mis intimidades, etcétera. Sin embargo, aunque no seamos habitantes de la casa de Big Brother, es una realidad que vivimos así: estamos encerrados en una "burbuja" creada por el sistema para que no conozcamos nada fuera de lo que las élites quieren, nuestra privacidad fue violada desde la primera vez que llenamos un formulario para registrarnos en alguna red social (sí, Hi5 y Sónico cuentan) y todo el mundo se entera de nuestras intimidades (y no siempre porque nosotros lo publiquemos de modo consciente).

A internet lo han llamado "el Séptimo Continente"; es un espacio inmenso lleno de información sobre todos los temas, un lugar donde todo puede decirse y no hay secretos. Sin embargo, el hecho de que los ciudadanos comunes tuvieran acceso a todo lo que ahí existe resultaría una amenaza para los gobiernos y las compañías. Entonces ¿qué hacen? Pues elegir unos pequeños espacios de internet, "islas de la red" como les llama Jorge Lizama, y promocionarlos como lo único que existe: estoy hablando de Facebook, Google, Youtube, Twitter, etcétera.

La mayoría de los usuarios promedio conoce un número muy limitado de herramientas de internet, su espacio de búsqueda se limita a Google y Yahoo; y no tienen idea de que estos buscadores venden la información de tus búsquedas y la utilizan para seleccionar los anuncios publicitarios que verás. ¿Acaso no te ha sucedido que si tecleas la palabra "Vips" para investigar donde está la sucursal de la cadena más cercana todo el día te aparecen anuncios del restaurante?

Son cosas que pocos saben y algunos intuyen pero son ciertas. El correo electrónico es otro tema: ¿sabían que los empleados de estas compañías tienen acceso a tus conversaciones? Si esto sucede con las simples búsquedas y el correo electrónico ¿qué sucede con la información que publicamos en redes sociales? Literalmente, estamos regalando información sobre nosotros y ahorrando millones de dólares a las compañías en investigación de mercados.

¿La solución? Limita tu actividad personal en redes sociales y regresa a la vida real; sí eres una gran empresa el social media puede ayudarte mucho, pero si eres una persona común y corriente debes tener cuidado. Por otro lado, te recomiendo que descargues navegadores alternativos como Tor, buscadores como duckduckgo.com, utilices servidores de correo electrónico como hushmail.com o gmx.es y desactives el GPS de tu celular si no estás buscando un lugar en específico.

Así que, recuerda cómo decía Jamie Lee Courtis en su papel de mamá-psicóloga en "Viernes de Locos" cuando retira la puerta del cuarto de su hija como castigo: "La privacidad es un privilegio", así que cuídalo y no lo regales. No dejes que Google, Facebook y las cámaras que hay dentro de tu casa sigan viendo más de lo que deben ver.









miércoles, 16 de octubre de 2013

Los huancavilcas: 3 .- Ballina

Entregas anteriores

1.- El Sueño

 2 .- El Viaje




 La balsa "Aztlán" en el Museo Maritimo de Ballina

El clima y las tormentas siguieron complicando la expedición huancavilca, razón que obligó a los tripulantes a desembarcar de manera anticipada en el puerto de Ballina, un pequeño pueblo ubicado en la costa norte de New South Wales, Australia.  Esto sucedió después de haber recorrido 9,000 millas en 179 días.  Allí fueron recibidos como héroes y ganaron la admiración y apoyo de los habitantes, quienes les ofrecieron comida y  techo.  La historia de la expedición fue documentada y transformada en un objeto de exhibición por el Museo Marítimo y Naval de Ballina, en donde actualmente se encuentra la balsa Aztlán, la cual es considerada como una atracción para los turistas, quienes se impresionan cada vez que  escuchan la historia de los doce miembros de la expedición huancavilca que cruzaron el oceáno movidos por amor al mar.

En dicho museo también se ha reconocido el mérito del capitán de la balsa con nombre mexicano, Jorge Ramírez, quien es considerado por los muros del museo como un gran navegante, a pesar de que antes de la expedición, sólo era un aficionado que ni siquiera se dedicaba formalmente a alguan actividad que tuviera algo que ver con el océano.

Tras su arribo, los doce tripulantes conocieron personalmente a Gough Withlam, en ese entonces Primer Ministro de Australia, quien ofreció a los chilenos Gabriel Salas y Hugo Becerra quedarse a vivir en su país en calidad de refugiados, debido a los problemas políticos que enfrentaba Chile en ese momento.  Ambos navegantes aceptaron la oferta y actualmente siguen radicando en tierras australes.

Por su parte, la balsa Mooloolaba se dio por desaparecida, y Guayaquil fue llevada a Santander, España, tierra natal de Vital Alsar, quien después de la expedición huancavilca siguió organizando más aventuras, sin embargo, Jorge Ramírez rompió su amistad con él, por lo que ya no participó en las subsecuentes.

Más que la ambición de comprobar una teoría, la expedición se vio motivada por un sueño, por un sentimiento de querer enfrentarse a lo desconocido, ellos sabían por qué lo hacían, conocían muy bien las razones por las que prefirieron dejar sus hogares y familias a cambio de vivir la experiencia de la naturaleza en su máxima expresió y salvajismo.

Ellos dejaron sus nombres y sus identidades para convertirse en hombres de las olas, en tripulantes de las balsas, en huancavilcas:  “Los huancavilcas nos llaman, somos Las Balsas pa que lo entiendan quienes no hablan castellano.  Navegamos rumbo a Australia con la historia de la mano, con una bandera blanca, con el corazón bien puesto y queriéndonos como hermanos”[1].

Nota y agradecimientos.

Esta historia la conozco de primera mano, pues Jorge Ramírez es mi abuelo, y aunque ya no me tocó tratarlo debido a su deceso en 1991, algunas personas cercanas a él se ocuparon de platicarme su aventura y facilitarme material; entre ellas se encuentran mi madre, quien me prestó su diario de viaje; miembros del Museo Marítimo y Naval de Ballina, quienes amablemente respondieron cartas y enviaron material fotográfico; y mi tío, Jorge Ramírez hijo, quien me contó varios datos sobre la expedición.   

            


           


[1]   Ramírez, Jorge “Diario de navegación”. 1973, material inédito. 

jueves, 10 de octubre de 2013

Los huancavilcas: 2 .- El Viaje




Si te perdiste la primera parte pulsa aquí.


Después de aproximadamente un mes y medio de preparativos en el cuál los tripulantes sólo se dedicabana a entrenar y a construir balsas, la expedición Huancavilca zarpó hacia Oceanía el 27 de mayo de 1973.  Los 12 tripulantes se dividieron en tres balsas: Guayaquil fue capitaneada por Vital, Mooloolaba por Marc, y Aztlán por Jorge.  Junto con los hombres viajaban tres gatos:  Minó en la primera, Piké en la segunda y General en la tercera, en la cual también iba a bordo un mono.

Un día antes de abandonar la tierra, Jorge leyó “Relato de un náufrago” de Gabriel García Márquez, una de las primeras obras de García Márquez y por la que casi pierde la vida, un reportaje sobre un hombre la desesperación de un hombre a la deriva. Su esposa, Olga Sotelo, viajó desde México a despedirlo, ella temía quedarse sola para siempre a cargo de tres hijos.  Lo único que la consolaba era la aventura que su marido llevaba impresa en la mirada. 

Tras salir de Guayaquil, se dirigieron hacia las costas de las Islas Galápago, el hogar de las tortugas colosales; después a las Islas Cook, luego a Tonga y posteriormente, hacia el sur de Nueva Caledonia.

Desde el principio el viaje fue duro. Se encontraban frente a un mundo diferente al que nosotros en la tierra conocemos.  La mayoría de los días sólo veían azul en el océano  y más azul en el cielo, se hallaban entre las garras de ambos monstruos. Uno los atacaba con tormentas y otro con olas salvajes que inundaban las embarcaciones. El océano y el cielo son dos criaturas de alma infinita a quienes los hombres, sin importar la época siempre han temido, y por eso quienes salen airosos de sus garras siempre han sido considerados como héroes. 

LA DIETA DE LAS OLAS

La comida era un problema. Su alimentación sólo consistía en avena, café, papas, jugos enlatados y animales marinos que pescaban durante la travesía.  Así como algunos otros tripulantes, Jorge no comía, cada día se veía más débil y delgado, aunque la emoción que el mar le provocaba era de lo que se nutría. Cuando salió de México, tenía un peso cercano a los 110 kilogramos, el disminuyó a 85 antes su regreso.

El agua comenzó a escasear en poco tiempo, pues sólo llevaban la necesaria para unas pocas semanas. Cuando esto sucedió tuvieron que sobrevivir gracias al líquido dulce de las lluvias que atrapaban en cubetas, y para hacer frente a la deshidratación provocada por el clima, tenían que beber un poco de agua de mar todos los días para hacer frente a los minerales que perdían.

Un día las balsas se toparon con un barco, y como su tripulación se percató de la situación de los marinos de la expedición huancavilca, el capitán ordenó que se les regalaran latas de comida, botellas de vino y cigarros. Con estos víveres pudieron comer un día como en los restaurantes lujosos de la tierra.  

El único contacto que las balsas guardaban con el mundo era a través de equipos de radio, los cuales sólo eran utilizados para comunicarse a la tierra cada tercer día, y en caso de que ocurriera algún desastre o emergencia.

TORMENTA DE DESESPERACIÓN

Aunque los navegantes tenían algunos conocimientos para predecir el clima y el flujo de las olas, muchas veces la incertidumbre era quien tenía la última palabra. A veces las tormentas y las corrientes lo arrastraban con violencia, mientras que otras sucedía que pasaban hasta semanas sin moverse. Entre más semanas transcurriían, la vida se volvía más complicada, los marinos comenzaron a enfermar y a mostrar señales de cansancio; incluso el chango que viajaba en Aztlán junto con Jorge empezó a mostrar su desesperación: cuando por alguna razón no le daban de comer, él tomaba medidas represivas, las cuales casi siempre consistían en aventar al mar los víveres o utensilios de los marineros.

Algunos animales marinos también fueron un obstáculo, durante casi todo el tiempo tuvieron que lidiar con tiburones y ballenas que frecuentemente los acosaban. Sin embargo, el momento más sufrido de la expedición fue cuando una de las balsas, Guayaquil, se perdió en una tormenta que provocó olas cuya altura superaba los 10 metros. No se supo de su paradero durante cinco días, y a los familiares de los marinos nunca se les dijo cuál de las balsas había estado perdida.  La historia de la balsa perdida quedó unos días como un sufrimiento misterioso.

Continuará.


martes, 8 de octubre de 2013

¡Súbale, súbalae! Al caos directo, si tiene prisa no llega, y si no, aquí una siesta se echa.

Es impresionante como hablan los políticos sobre el sistema de transporte público, de verdad se nota que no lo usan; que si el metro de la Ciudad de México es de los más baratos del mundo, que si deberían subir el precio al pasaje, que si van a invertir, que si van a hacer no sé cuantas rutas más de Metrobús.

Quienes dicen todas estas cosas no se ponen a pensar en que sí, en efecto, el metro es de los más baratos del mundo, pero éste opera en uno de los paises con salarios más bajos de los de la lista de la OCDE, donde el poder adquisitivo está por los suelos porque la gente, literal, se gasta su mísero salario en mal comer y en mal vivir. Recuerden: el salario mínimo en la Ciudad de México anda cercano a los 70 pesos, y que los 6 que cuesta un viaje de ida y regreso en metro representa casi un 10% de dicha cantidad. ¡Es mucho!

Puede que esté bien el argumento de que no todos los pasajeros necesitan subsidio, pero desde mi punto de vista, la mayoría de los mexicanos que no requieren de este apoyo ni siquiera lo utilizan y prefieren utilizar su automóvil y amontonarse en el periférico o en circuito interior, pero eso sí, con unos cuantos metros cuadrados de espacio vital para respirar, lo que en el transporte público no existe.  

Por otra parte, no se han dado cuenta,  de que a pesar de todo lo que se supone que invierten para mejorarlo, el transporte público sigue siendo deplorable e insuficiente: ¿acaso no se han intentado subir a la estación Aditorio de la línea 7 del metro en la hora pico de un día cualquiera de jornada laboral? Sí se suben es ganancia, aunque a quienes les vaya bien y tengan la capacidad suficiente para embestir se tardarán mínimo veinte minutos en entrar al vagón, eso sí y sólo si los de atrás los ayudan empujándolos para que logren entrar embutidos en el tren.

Otro caso es la línea 1 de Metrobús los fines de semana: tarda un montón en pasar, y cuando llega está a reventar; tampoco te puedes subir y si lo haces vas todo retorcido con una mano en los tubos para no caerte y con otra cuidando que no te saquen la cartera.

Si esto sucede en los sistemas de transporte "organizado", no puede esperarse mucho de las rutas de microbuses y peceros, ahí si se vive lo bueno bueno, porque ahí muchas veces ni siquiera se cumple con los estándares mínimos de seguridad. Una vez se me ocurrió treparme a un camión de los de la ruta que va de La Joya al Caminero por medio de la autopista a Cuernavaca y de verdad siento que arriesgué la vida: el camión iba retacado, hasta su madre, y yo ahí flaca y ñanga subida en el estribo agarrada de un tubo, cuando le aceleraba el camión sentía como que volaba y que en algún momento sí podía salir volando; y para acabarla de arruinar, el fino conductor venía echando carreras con otro pecero igual de atiborrado.

Desde esa vez no he vuelto utilizar esa ruta, lo barato luego sale caro y prefiero pagar un taxi de 30 varos que correr el riesgo de volar, pero hay mucha gente que no tiene esa opción y debe soportar esa experiencia en la que te sientes como en un juego de Six Flags pero amontonado.

La cuestión del tranporte es todo un tema y la situación ha venido empeorando desede hace unas acá, todo se volvió más complitaado desde que el valor de la tierra en las zonas céntricas de la Ciudad de México subió tanto de precio que los chilangos han tenido que empezar a salirse a vivir a los alrededores (Neza, Ecatepec, Satélite, Tultitlán, Relejostán y Hastalaching...tán) para poder costear sus gastos de vivienda, aunque el precio sea pasar hasta cuatro horas diarias embutido en el transporte.

Obviamente, esto ha derivado en problemas más feos que ya parecen no tener mucho que ver con el metro, el tráfico y esos despapayes, sino con las colas de los hospitales del IMSS y los altos ingresos del dueño de Farmacias Similares. Pasar cuatro horas sentado o mal parado, estresado, de malas, con prisa y a temperaturas infernales obviamente genera problemas de salud, como gatritis, migraña, dermatitis, y demás; 7 de cada 10 enfermedades que padecemos están asociadas al estrés, incluso la obesidad que trae en alarma a todo el país: ¿cómo quieren que la gente no esté gorda si por vivir en ajetreo del tranporte no tiene tiempo de desayunar como Dios manda y debe conformarse con una hipercalórica torta de tamal que requiere de un atole bien cargado de azúcar para potencializar sus efectos engordantes?

Así es México, el país número uno en obesidad, un lugar donde la única alternativa para soportar la  la desesperación de tener un transporte público tan malo es aprender a reirte para proteger el estómago y desarrollar tolerancia a la frustración. Obviamente nuestros más altos políticos ni idea tienen porque para eso tienen helicópteros.







Foto: SDP Noticias.




miércoles, 2 de octubre de 2013

Los huancavilcas: 1.- El Sueño



Pensaba si tú me amabas

y me amaneció pensando

el cielo lleno de estrellas

y negro el azul del mar

3 balsas rumbo a Australia

12 marinos sin par

12 vidas y una meta.

Ilusiones de Alta Mar.

Jorge Ramírez – 12 de junio de 1973



A Jorge Ramírez le encantaba el mar. Era de esos hombres que sueñan con hablar al mar en femenino, llamarla “la mar”, así como le dicen los poetas y los marinos, aquellos hombres que entre las olas vislumbran las curvas de sus mujeres que han dejado en tierra. Debajo de su vestimenta cotidiana se hallaba oculta una pasión por las profundidades. Un día me voy a ir en un barco, le dijo a una de sus hijas un domingo por la tarde mientras juntos veían un programa de Jaques Cousteau.

Su hija jamás pensó que pudiera cumplirse la remota posibilidad de que su padre se embarcara en una aventura marítima que fuera más allá de las que experimentaba cuando eran vacaciones y buceaban en Acapulco.

Pero para cada sueño existen oportunidades, y para el sueño de Jorge, también tenía que existir una.  Él trabajaba como gerente en una fábrica de tocadiscos de la empresa inglesa Garrard y todos los días comía en el comedor ejecutivo de la compañía con el director de la misma.  La posibilidad de que Jorge viajara en altamar se presentó de manera repentina, inesperada, cuando un día como cualquiera del año de 1971, llegó al comedor de la empresa Vital Alsar, un español aventurero que visitaba al director para solicitar un patrocinio con el fin de financiar una expedición que saldría de Sudamérica para llegar al continente australiano.
  
La travesía se llevaría a cabo en balsas y tenía como objetivo reproducir la idea de la expedición Kon-tiki de Thor Heyerdalh, un antropólogo y marino noruego que había ideado ese viaje para comprobar una de sus teorías, la cual aseguraba que no había impedimentos para que los antiguos nativos de Sudamérica atravesaran el pacífico y se mezclaran con los primeros habitantes de Australia. 

Cuando Jorge escuchó el proyecto de Vital Alsar, sin pensarlo dos veces, preguntó si podría ir.  Vital aceptó, pues era difícil conseguir personas que estuvieran tan seguras de embarcarse en una travesía de esa naturaleza.  La única condición que puso el español es que si participaba en la expedición, debía de darse por muerto, pues existía el riesgo de no regresar.

Vital Alsar hubo organizado antes dos expediciones: “La Pacífica” y “La Balsa”.  Las dos partieron de Ecuador; la primera fue llevada a cabo en 1966, él mismo la pagó con todos sus ahorros y la emprendió justo un día después de casarse; esta experiencia fue un fracaso debido a que la embarcación se vio amenazada por el gusano teredo, por lo que el aventurero marino y su tripulación naufragaron a los 143 días de navegación.    La segunda fue realizada en 1970, y aunque ésta si llegó a su destino, al puerto australiano de Mooloolaba, después de 161 días de viaje y 8,565 millas de navegación, su éxito fue adjudicado a la casualidad.






A pesar de la negativa de su esposa, hijos, amigos, vecinos y de casi todas las personas con sentido común que lo rodeaban, quienes le decían que no debía embarcarse en algo así, él no desistió y decidió arriesgar su vida en esa expedición.   Junto con Alsar y otros hombres que participarían en el proyecto, Jorge salió de México el 13 de abril de 1973 en un vuelo  hacia Ecuador, pues la travesía iniciaría en el puerto de Guayaquil.

La expedición fue bautizada como La Huancavilca, en honor a la tribu de los antiguos huancavilcas, quienes según la teoría de  Heryerdahl, atravesaron el pacífico y llegaron en balsas a Oceanía.  Los participantes de la expedición serían doce hombres: Vital Alsar de España, Marc Modenna de Francia; Fernand Robichaud, Greg Holden y Gaston Collin, de Canadá; Hugo Becerra y Gabriel Salas, de Chile; Aníbal Guevara de Ecuador; Tom McCormicki, Tom Ward y Mike Fitzgibbons de Estados Unidos; y Jorge Ramírez de México.  Por lo tanto, los marineros provenían de siete países diferentes.

Otra persona involucrada en la expedición fue el director de cine Robert Amram, quien filmaría un documental sobre la aventura. Él tomaría película de los preparativos y capacitaría a algunos de los navegantes para que captaran algunas escenas en altamar.


ÁRBOLES DE PRIMAVERA

Cuando llegaron a Guayaquil, los doce marinos se hospedaron en el Hotel Humboldt.   A partir de este momento se dedicaron completamente a preparar la expedición, lo cual incluía desde su preparación física hasta la construcción de las balsas.  Éstas se elaborarían de la manera más parecida a como lo hicieron los antiguos sudamericanos, con madera extraída de los árboles de las espesas selvas del ecuador.  Se eligió la primavera para talar los árboles y construir las balsas debido a que es en esta época del año cuando casi toda la savia sube a la copa de las plantas, por lo que las maderas de los troncos son los suficientemente livianas como para poder flotar.

Las balsas debían medir 14 metros de largo y 5.5 de ancho.  Fueron construidas en plena selva, en medio de la vegetación tupida y el aire húmedo.  Los mosquitos y las hormigas tonga hacían que el clima fuera aún más agobiante.  Además, la elaboración de los navíos era algo largo, sobre todo la preparación de la madera: tras derribar los árboles, un hombre con un machete debía hacer cortes en forma de rombo sobre el largo del árbol para ir botando los tajos a un lado; después, con unos palos largos, duros y con forma de espátula se separaba la corteza del árbol poco a poco hasta que quedara limpio el tronco de la boya.