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1.- El Sueño
2 .- El Viaje
La balsa "Aztlán" en el Museo Maritimo de Ballina
El
clima y las tormentas siguieron complicando la expedición huancavilca, razón que obligó a los
tripulantes a desembarcar de manera anticipada en el puerto de Ballina, un
pequeño pueblo ubicado en la costa norte de New South Wales, Australia. Esto sucedió después de haber recorrido 9,000
millas en 179 días. Allí fueron
recibidos como héroes y ganaron la admiración y apoyo de los habitantes,
quienes les ofrecieron comida y techo. La historia de la expedición fue documentada
y transformada en un objeto de exhibición por el Museo Marítimo y Naval de
Ballina, en donde actualmente se encuentra la balsa Aztlán, la cual es
considerada como una atracción para los turistas, quienes se impresionan cada
vez que escuchan la historia de los doce
miembros de la expedición huancavilca que cruzaron el oceáno movidos por amor al mar.
En dicho museo también se ha
reconocido el mérito del capitán de la balsa con nombre mexicano, Jorge Ramírez, quien es considerado por los muros del museo como un gran navegante, a pesar de que antes de la
expedición, sólo era un aficionado que ni siquiera se dedicaba formalmente a alguan actividad que tuviera algo que ver con el océano.
Tras su arribo, los doce tripulantes
conocieron personalmente a Gough Withlam, en ese entonces Primer Ministro de
Australia, quien ofreció a los chilenos Gabriel Salas y Hugo Becerra quedarse a
vivir en su país en calidad de refugiados, debido a los problemas políticos que
enfrentaba Chile en ese momento. Ambos
navegantes aceptaron la oferta y actualmente siguen radicando en tierras australes.
Por su parte, la balsa Mooloolaba
se dio por desaparecida, y Guayaquil fue llevada a Santander,
España, tierra natal de Vital Alsar, quien después de la expedición huancavilca
siguió organizando más aventuras, sin embargo, Jorge Ramírez rompió su amistad
con él, por lo que ya no participó en las subsecuentes.
Más que la ambición de comprobar una
teoría, la expedición se vio motivada por un sueño, por un sentimiento de
querer enfrentarse a lo desconocido,
ellos sabían por qué lo hacían, conocían muy bien las razones por las
que prefirieron dejar sus hogares y familias a cambio de vivir la experiencia
de la naturaleza en su máxima expresió y salvajismo.
Ellos dejaron sus nombres y sus
identidades para convertirse en hombres de las olas, en tripulantes de las
balsas, en huancavilcas: “Los
huancavilcas nos llaman, somos Las Balsas pa que lo entiendan quienes no hablan
castellano. Navegamos rumbo a Australia
con la historia de la mano, con una bandera blanca, con el corazón bien puesto
y queriéndonos como hermanos”[1].
Nota y agradecimientos.
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