miércoles, 16 de octubre de 2013

Los huancavilcas: 3 .- Ballina

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 La balsa "Aztlán" en el Museo Maritimo de Ballina

El clima y las tormentas siguieron complicando la expedición huancavilca, razón que obligó a los tripulantes a desembarcar de manera anticipada en el puerto de Ballina, un pequeño pueblo ubicado en la costa norte de New South Wales, Australia.  Esto sucedió después de haber recorrido 9,000 millas en 179 días.  Allí fueron recibidos como héroes y ganaron la admiración y apoyo de los habitantes, quienes les ofrecieron comida y  techo.  La historia de la expedición fue documentada y transformada en un objeto de exhibición por el Museo Marítimo y Naval de Ballina, en donde actualmente se encuentra la balsa Aztlán, la cual es considerada como una atracción para los turistas, quienes se impresionan cada vez que  escuchan la historia de los doce miembros de la expedición huancavilca que cruzaron el oceáno movidos por amor al mar.

En dicho museo también se ha reconocido el mérito del capitán de la balsa con nombre mexicano, Jorge Ramírez, quien es considerado por los muros del museo como un gran navegante, a pesar de que antes de la expedición, sólo era un aficionado que ni siquiera se dedicaba formalmente a alguan actividad que tuviera algo que ver con el océano.

Tras su arribo, los doce tripulantes conocieron personalmente a Gough Withlam, en ese entonces Primer Ministro de Australia, quien ofreció a los chilenos Gabriel Salas y Hugo Becerra quedarse a vivir en su país en calidad de refugiados, debido a los problemas políticos que enfrentaba Chile en ese momento.  Ambos navegantes aceptaron la oferta y actualmente siguen radicando en tierras australes.

Por su parte, la balsa Mooloolaba se dio por desaparecida, y Guayaquil fue llevada a Santander, España, tierra natal de Vital Alsar, quien después de la expedición huancavilca siguió organizando más aventuras, sin embargo, Jorge Ramírez rompió su amistad con él, por lo que ya no participó en las subsecuentes.

Más que la ambición de comprobar una teoría, la expedición se vio motivada por un sueño, por un sentimiento de querer enfrentarse a lo desconocido, ellos sabían por qué lo hacían, conocían muy bien las razones por las que prefirieron dejar sus hogares y familias a cambio de vivir la experiencia de la naturaleza en su máxima expresió y salvajismo.

Ellos dejaron sus nombres y sus identidades para convertirse en hombres de las olas, en tripulantes de las balsas, en huancavilcas:  “Los huancavilcas nos llaman, somos Las Balsas pa que lo entiendan quienes no hablan castellano.  Navegamos rumbo a Australia con la historia de la mano, con una bandera blanca, con el corazón bien puesto y queriéndonos como hermanos”[1].

Nota y agradecimientos.

Esta historia la conozco de primera mano, pues Jorge Ramírez es mi abuelo, y aunque ya no me tocó tratarlo debido a su deceso en 1991, algunas personas cercanas a él se ocuparon de platicarme su aventura y facilitarme material; entre ellas se encuentran mi madre, quien me prestó su diario de viaje; miembros del Museo Marítimo y Naval de Ballina, quienes amablemente respondieron cartas y enviaron material fotográfico; y mi tío, Jorge Ramírez hijo, quien me contó varios datos sobre la expedición.   

            


           


[1]   Ramírez, Jorge “Diario de navegación”. 1973, material inédito. 

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