miércoles, 2 de octubre de 2013

Los huancavilcas: 1.- El Sueño



Pensaba si tú me amabas

y me amaneció pensando

el cielo lleno de estrellas

y negro el azul del mar

3 balsas rumbo a Australia

12 marinos sin par

12 vidas y una meta.

Ilusiones de Alta Mar.

Jorge Ramírez – 12 de junio de 1973



A Jorge Ramírez le encantaba el mar. Era de esos hombres que sueñan con hablar al mar en femenino, llamarla “la mar”, así como le dicen los poetas y los marinos, aquellos hombres que entre las olas vislumbran las curvas de sus mujeres que han dejado en tierra. Debajo de su vestimenta cotidiana se hallaba oculta una pasión por las profundidades. Un día me voy a ir en un barco, le dijo a una de sus hijas un domingo por la tarde mientras juntos veían un programa de Jaques Cousteau.

Su hija jamás pensó que pudiera cumplirse la remota posibilidad de que su padre se embarcara en una aventura marítima que fuera más allá de las que experimentaba cuando eran vacaciones y buceaban en Acapulco.

Pero para cada sueño existen oportunidades, y para el sueño de Jorge, también tenía que existir una.  Él trabajaba como gerente en una fábrica de tocadiscos de la empresa inglesa Garrard y todos los días comía en el comedor ejecutivo de la compañía con el director de la misma.  La posibilidad de que Jorge viajara en altamar se presentó de manera repentina, inesperada, cuando un día como cualquiera del año de 1971, llegó al comedor de la empresa Vital Alsar, un español aventurero que visitaba al director para solicitar un patrocinio con el fin de financiar una expedición que saldría de Sudamérica para llegar al continente australiano.
  
La travesía se llevaría a cabo en balsas y tenía como objetivo reproducir la idea de la expedición Kon-tiki de Thor Heyerdalh, un antropólogo y marino noruego que había ideado ese viaje para comprobar una de sus teorías, la cual aseguraba que no había impedimentos para que los antiguos nativos de Sudamérica atravesaran el pacífico y se mezclaran con los primeros habitantes de Australia. 

Cuando Jorge escuchó el proyecto de Vital Alsar, sin pensarlo dos veces, preguntó si podría ir.  Vital aceptó, pues era difícil conseguir personas que estuvieran tan seguras de embarcarse en una travesía de esa naturaleza.  La única condición que puso el español es que si participaba en la expedición, debía de darse por muerto, pues existía el riesgo de no regresar.

Vital Alsar hubo organizado antes dos expediciones: “La Pacífica” y “La Balsa”.  Las dos partieron de Ecuador; la primera fue llevada a cabo en 1966, él mismo la pagó con todos sus ahorros y la emprendió justo un día después de casarse; esta experiencia fue un fracaso debido a que la embarcación se vio amenazada por el gusano teredo, por lo que el aventurero marino y su tripulación naufragaron a los 143 días de navegación.    La segunda fue realizada en 1970, y aunque ésta si llegó a su destino, al puerto australiano de Mooloolaba, después de 161 días de viaje y 8,565 millas de navegación, su éxito fue adjudicado a la casualidad.






A pesar de la negativa de su esposa, hijos, amigos, vecinos y de casi todas las personas con sentido común que lo rodeaban, quienes le decían que no debía embarcarse en algo así, él no desistió y decidió arriesgar su vida en esa expedición.   Junto con Alsar y otros hombres que participarían en el proyecto, Jorge salió de México el 13 de abril de 1973 en un vuelo  hacia Ecuador, pues la travesía iniciaría en el puerto de Guayaquil.

La expedición fue bautizada como La Huancavilca, en honor a la tribu de los antiguos huancavilcas, quienes según la teoría de  Heryerdahl, atravesaron el pacífico y llegaron en balsas a Oceanía.  Los participantes de la expedición serían doce hombres: Vital Alsar de España, Marc Modenna de Francia; Fernand Robichaud, Greg Holden y Gaston Collin, de Canadá; Hugo Becerra y Gabriel Salas, de Chile; Aníbal Guevara de Ecuador; Tom McCormicki, Tom Ward y Mike Fitzgibbons de Estados Unidos; y Jorge Ramírez de México.  Por lo tanto, los marineros provenían de siete países diferentes.

Otra persona involucrada en la expedición fue el director de cine Robert Amram, quien filmaría un documental sobre la aventura. Él tomaría película de los preparativos y capacitaría a algunos de los navegantes para que captaran algunas escenas en altamar.


ÁRBOLES DE PRIMAVERA

Cuando llegaron a Guayaquil, los doce marinos se hospedaron en el Hotel Humboldt.   A partir de este momento se dedicaron completamente a preparar la expedición, lo cual incluía desde su preparación física hasta la construcción de las balsas.  Éstas se elaborarían de la manera más parecida a como lo hicieron los antiguos sudamericanos, con madera extraída de los árboles de las espesas selvas del ecuador.  Se eligió la primavera para talar los árboles y construir las balsas debido a que es en esta época del año cuando casi toda la savia sube a la copa de las plantas, por lo que las maderas de los troncos son los suficientemente livianas como para poder flotar.

Las balsas debían medir 14 metros de largo y 5.5 de ancho.  Fueron construidas en plena selva, en medio de la vegetación tupida y el aire húmedo.  Los mosquitos y las hormigas tonga hacían que el clima fuera aún más agobiante.  Además, la elaboración de los navíos era algo largo, sobre todo la preparación de la madera: tras derribar los árboles, un hombre con un machete debía hacer cortes en forma de rombo sobre el largo del árbol para ir botando los tajos a un lado; después, con unos palos largos, duros y con forma de espátula se separaba la corteza del árbol poco a poco hasta que quedara limpio el tronco de la boya. 























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