viernes, 2 de agosto de 2013

Tragedia: Morir de 20 y enterrarte de 80.




Dicen que las personas hoy en día se mueren a los veinte pero los entierran a los ochenta, o bueno, eso fue lo que me dijo un profesor de la universidad. Cuando escuché la frase me llegó al alma, o tal vez más allá: a la conciencia; se refería a que a esa edad la gente comienza a posponer sus sueños, a olvidar las ilusiones, a concentrarse en sus necesidades, dejan de  vivir para sí mismos y entregan su esencia a cambio de un futuro aún inexistente, éste sólo significa el conjunto de presentes que se mueren cada día.

Así pasan los años, la vida se va a segundo plano, lo único importante comienza a ser el monto disponible en las tarjetas de crédito y la resolución de los problemas urgentes, bien decía Quino en voz de Mafalda: "Muchas veces lo urgente no deja tiempo para lo importante", y así es: nos la pasamos corriendo para llegar a donde tengamos a ir, para entregar a medias los pendientes del día, para pagar lo que debemos, para quedar bien con la gente sin preguntarnos antes si todo ese esfuerzo es lo que realmente queríamos hacer con nuestra vida.  Símplemente nos morimos, los ideales rebeldes pero humanos y vivos de la adolescencia se despiden.  Dicen que ésto es madurar, pero yo no lo creo, no creo que llegar a la adulta signifique comprar un traje de mediocridad que todos usan y que sirve para ocultar almas y cuerpos moribundos que únicamente deambulan por la realidad.

Sí, esa frase me dejó pensando demasiado; es un hecho que necesitaba oirla, que alguien me hiciera conciente de que los días pasan, se desvanecen y hay que aprovecharlos. Hay que seguir soñando, imaginando, y ayudar a hacerlo a quienes no lo hacen, a éste mundo no le faltan ilusiones, le faltan personas que vivamos para ellas.

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